MAMANDURRIA Y BRILLI-BRILLI

Es una sociedad incoherente allá donde las haya, esta en que vivimos. Estamos sumidos en una especie de Edad Media Tecnológica, en que si bien tenemos todo el conocimiento a nuestra disposición, en nuestros teléfonos, inmediatamente; no tenemos ni pajolera idea de qué hacer con dicho conocimiento, o simplemente, no entendemos el valor de dicho conocimiento.

Esta problemática es especialmente preocupante en cuanto al mundo de las artes y las ciencias se refiere, ya que en sí mismo, el conocimiento no vale para nada, pero sin él estamos condenados a vivir en un sinsentido y en una sinrazón, más propia de sociedades analfabetas que de una sociedad “culta” como nos gusta proyectaros hacia el mundo.

En el campo de la restauración y la alta decoración, esta incultura se traduce en varios síntomas realmente preocupantes, como son:

  •       •  Se pone en tela de juicio el valor de conservar la historia. En una sociedad dependiente del consumo, no se entiende la conservación, ya que el modelo productivo actual consiste en la producción y el deshecho de todos los bienes. No se entiende gastar para conservar algo “viejo” que sale más barato destruir. Este desprecio por el pasado y por lo debatido y consensuado a través de milenios de convivencia, no solo se aprecia en la minusvaloración de la historia, sino que dicho desconocimiento también se traduce en que se reabran debates que se pensaban ya superados, como los derechos humanos, por ejemplo. Actualmente podemos ver como hay un repunte de racismo y de anteposición de valores económicos a los valores que interesan al ser humano como especie, como los tomados en relación a la sostenibilidad ecológica.
  •       •  Se han perdido los valores filosóficos y la dirección social en la cual tenía sentido el conservar. Tras la quema de Notre Damme, se escucharon varias voces que abogaban por conservar lo que aún seguía en pie y transformar lo quemado en algo nuevo, es decir: Unos jardines, una piscina, un club de música… etc. Nuestra empresa se posiciona en contra de este tipo de intervenciones. Si bien nos parece buena idea dar una nueva funcionalidad al edificio, por ejemplo, en Holanda se restauran las iglesias y las que no sirven para el culto se reutilizan como bibliotecas públicas o cafés. Para ello se realiza una restauración rigurosa y se dota al espacio con cuantos medios protectores necesiten las obras de arte; de este modo la obra de arte se puede disfrutar por el público, se le da una funcionalidad específica a un espacio que la había perdido y con cuya actividad se puede conseguir fondos para la conservación de dicha obra y además, no se pierde la lectura con la que fue concebida el edificio. Es decir, se conserva la coherencia artística del objeto en cuestión. El plan de Notre Damme dista de esto ya que la no reconstrucción, sin más, podría tener un sentido histórico y defendible, pero la modificación del espacio por caprichos del consumo supone, desde nuestra opinión, una barbaridad conceptual ya que el edificio perdería la finalidad con la que fue creado para pasar a convertirse en un cascarón vació, como un decorado en que hacerse selfies bonitos y colgarlos en Instagram.

    La restauración no es un lavado de cara sin más, es un respeto por nuestra historia, es un saber apreciar y querer conservar las pruebas del paso de los seres humanos por el mundo, de dejar un testigo que nos ayude a comprender nuestro pasado, nuestro origen, que nos ayude a recordar nuestra historia. No se trata de dejar un decorado. Se trata de devolver el valor y la intencionalidad original de una obra de arte, para que las y los individuos puedan apreciar aquellas maravillas de su historia y a través de ellas poder construir su identidad individual y social.

  •       •  Se ha perdido la cultura de la calidad material. Quizá este punto sea el que más tiene que ver con el título del artículo. Las nuevas generaciones, acostumbradas a un mundo digital y visual, no saben, no tienen cultura material, no saben distinguir calidades, no saben de durabilidad del material ni de conservación y cuidado de lo matérico. Están acostumbrados a la cultura del decorado de cine, del cartón piedra, de la purpurina, el atrezo teatral y no podrían distinguir un dorado real de una mica mineral. Son de la cultura del plástico, de las cosas baratas que son fácilmente sustituibles. Para esta generación, la cantidad es siempre más importante que la calidad y la moda prima sobre lo atemporal. Nada dura, todo se destruye o se muere. Todo desaparece. Alguien que estaría dispuesto a gastarse 4 veces 3 euros por una camiseta en lugar de gastarse 12 euros una vez y que dure toda la vida es alguien que vería con malos ojos invertir dinero en la conservación de algo antiguo antes que gastarse la mitad en algo de nueva factura, aunque dicho elemento sea de peor calidad que el viejo a conservar. Este punto en que la calidad deja de importar entronca directamente con el siguiente punto.
  •       •  La cultura low-cost. Desde que se ha instaurado este modelo de precarización productiva y de consumo, y en consecuencia, el poder adquisitivo ha descendido, se ha acrecentado la fuga de profesionales del sector cultural hacia otras disciplinas más demandadas como la hostelería o el comercio. Esto supone un drama ya que muchísimas especialidades quedan extintas de profesionales que puedan ejecutarlas. Es especialmente significativa esta fuga en los oficios artísticos, que están desapareciendo debido a la falta de demanda. Este panorama desolador penaliza la experiencia, ya que dicha experiencia es más cara y lo caro no renta. A pesar de todos los avances tecnológicos en el campo de la restauración, es un trabajo principalmente manual, cuya buena ejecución está íntimamente ligada a la habilidad del profesional y a su experiencia laboral. Vemos incluso en los concursos públicos cómo demostrar la formación de los profesionales es muy importante y sin embargo la experiencia de la empresa ha perdido valor. Esto es peligroso ya que una obra se lleva a cabo con equipos multidisciplinares cuya coordinación es importantísima para la buena finalización de la obra y la formación no da el saber hacer que sí aporta la experiencia de años en el sector. Estaría bien valorar dicha experiencia como meritoria, no como un arma de exclusión para empresas de nueva creación, que son tan importantes para el desarrollo del sector, sino simplemente como un dato a valorar positivamente. En definitiva, un reconocimiento a la labor desempeñada por todas las empresas que hemos cuidado el patrimonio de todos durante tantos años.

Estos síntomas, sin duda preocupantes, nos llevan a plantearnos una reflexión respecto a la conservación de obras de arte y la creación de obra nueva. ¿Deseamos o estamos dispuestos a destinar cuantos medios sean necesarios para la pervivencia de nuestra historia y nuestra cultura?

En la sociedad actual, parece que la respuesta evidente es un rotundo NO. Si tenemos en cuenta los retos climatológicos, de control de la demografía y del impacto del ser humano en el medio, y vemos que incluso los países ricos no destinan más de un 1% de su PIB para llevar a cabo esta transición ecológica que es imperiosa para nuestra supervivencia como especie, qué nos hace pensar que la conservación de nuestra historia obtendría siquiera la mitad de ese importe.

En una sociedad en que el trampantojo se valora más que la realidad, ¿Quién estaría dispuesto a salvar un sector, que si bien proporciona muchos puestos de trabajo al ser manual, no le interesa a nadie por desfasado e “inservible”?. Desaparece la civilización, la memoria y el sentido de calidad y de humanidad. Desde El Barco® nos deseamos mucha suerte como especie y que no sea la mamandurria y el brilli-brilli lo que impere tras tanto selfie en Instagram, ofendido en Twitter, cotilla en Facebook o perrito en Snapchat.

 

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El Barco® es una empresa especializada en la Conservación y Restauración del Patrimonio Artístico, que inicia su travesía empresarial en 1986. Gracias a la pasión por el trabajo riguroso y el respeto por el Arte, el Patrimonio Cultural y la tradición artesanal, hemos conseguido ser un referente dentro del sector de la Conservación y Restauración del Patrimonio Artístico.